El olvido es un ojo
que se abre difuso
en este instante ciego
donde calan mis deseos,
prófugos.
Dionisios y rebeldes.
Inocentes refugios
donde mullir las ramas
adheridas al tronco
que es mi cuerpo inquilino,
que es mi cuerpo bramante
caminando entre sombras
diluyendo el asfalto
de una ciudad sin nombre.
Aterrizan las alas , por fin ,
en un deseo que ya es certeza,
y repliego la urdimbre del destino
en el abal que fue fe, dolor y kamikace.
Sé que soy el invento de unos dioses
que jugando a formarme me inventaron
de carne y de palabra.
Se que soy una tirada de dados en esta
ruda ruleta que conforma la ciudad sin ley
que me rodea.
Sé que soy la advenediza , también, porqué
sueldo las noches con los días y me atrevo
a soñar .
Y me atrevo a creer.
Y hasta a amar me atrevo en esta selva
inmunda y prodigiosa.