dependiendo de las flores que lo habiten.
Si el jardinero riega con amor,
habrá camelias, rosas, azahares que
desprendan amor a los sentires.
Si el jardinero olvida sus deberes,
la tierra será yerta y desierto.
Crecerán torcidos los robles, los sauces,
los olivos.
El ciprés no dará sombra a los recuerdos.
Si los muros sombríos aparecen,
sin enredaderas y jazmines en las rejas,
no se acercará el piar del pajarillo,
ni a beber de su néctar las abejas.
Los jardines son seres indefensos
que necesitan de una mano amiga
que los cuide.
Si esa mano lleva un guante generoso,
brotarán colores a raudales,
surgirán aromas increíbles,
crecerán paisajes de ensueño que nos
arropen.
Si el jardinero lleva un guante ajado y sin
motivo,
el jardín se tornará en bosque tortuoso,
lleno de espinas y recodos,
de salientes angostos y abrupta tierra
roja.
Hay amapolas, girasoles, madreselvas,
que no necesitan de manos que las cuiden.
Y por eso,
por ser libres,
no necesitan de jardineros ni jardines
Cualquier jardín puede ser otro
si decides abonar la tierra herida.
De esa tierra nacerán nuevos jardines,
donde aniden los pájaros y se derrame la savia de
una nueva vida.
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