La mente dormita tras las secuelas
de un apagón definitivo.
Te dejas arrastrar por la tormenta,
trashumante como el rayo
que muere en cualquier parte.
Por el parto de una nova y su nebuloso rugido.
Inspira.
Lento.
Sal de tu cuerpo.
Sé halita.
Sé la joya de Kalahari.
Deja que caigan las risas
cómo gotas milagrosas
esparcidas en el aíre.
Deja que tu alma fetal
comience a dar sus brotes,
que el laguno se cubra de rocío,
que tu latido apague cualquier llanto.
La vida pasa, no esperes.
Sé hogar, refugio, casa.
Sé el océano que enciende lunas
y no el río que degolla
amaneceres.
Espira.
Lento.
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