jueves

Senti (dos)




No se si me conviene abrir los ojos.
Cada vez que los abro, algo me los arranca de un mordisco.
O de un golpe en la nuca.
Los dioses juegan con ellos a las canicas.
Aparecen rodando en el oleo de Matisse,
suspendidos como burbujas en las manos malabares del destino.
Incluso cuando me mojo hacía afuera son pompas de jabón que escuecen,
esferas de mercurio entre las manos,
cabezas de medusas como aguijones de avispa.
O un péndulo que marca el tiempo del pestañeo en el que volveré a contratar
al sentido de la vista.
Aunque tenga que regenerarme en dos cuencas cinceladas.


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